Texturas: cuando el muro habla con su propia piel

El arte de construir barrio

En el lateral de calle Pizarro, 19, en su cruce con calle Alameda, hay una obra que, a simple vista, puede parecer discreta, pero que encierra una profundidad única. Se trata de Texturas, una intervención artística realizada en 2018 por Diego Delas y Gonzalo del Val.

A diferencia de otros murales llenos de color y figuras, esta pieza renuncia al artificio visual para rendir homenaje a lo esencial: los materiales que dieron forma a las primeras casas del barrio de Santa Catalina.

Un homenaje silencioso a lo cotidiano

Este mural no representa personas ni escenas. No lo necesita. Su belleza reside en la recreación de las técnicas y materiales tradicionales que usaron aquellos primeros vecinos que levantaron con sus propias manos las casas familiares, las huertas y las construcciones de labranza que conformaron el paisaje original del barrio.

Ladrillos, maderas, cal, azulejos… todos ellos aparecen aquí como protagonistas absolutos, formando una composición sobria, cálida y profundamente evocadora.

Memoria material del barrio

El objetivo de Texturas es claro: recuperar la memoria arquitectónica del barrio, no desde lo monumental, sino desde lo doméstico. Nos recuerda que Santa Catalina no surgió de grandes edificios, sino de casas humildes, construidas con lo que había a mano, y mucho esfuerzo.

Cada textura, cada línea, cada bloque representa un estilo de vida: el de quienes cultivaban la tierra, vivían en comunidad y edificaban con paciencia, sin prisas pero con raíces.

Estilo y técnica

  • La intervención es más arquitectónica que pictórica, con un enfoque centrado en la materialidad y la estructura visual.
  • Se basa en la disposición ordenada de materiales reales o recreados, integrados en la fachada de forma que parece que el edificio “muestra su alma”.
  • Es una obra que se siente más que se contempla, y que cambia con la luz del día, generando diferentes sensaciones según el momento.

Curiosidades

  • Este mural se ha convertido en una de las piezas más fotografiadas por arquitectos, estudiantes de arte y amantes del diseño urbano, por su carácter experimental.
  • A pesar de su sencillez, genera una gran conversación: muchos vecinos recuerdan casas que tenían esas mismas texturas en su infancia.
  • Ha servido como referencia para otras intervenciones que también buscan rescatar el valor de lo material y lo tradicional.

Un mural que no pinta, construye

Texturas no necesita colores ni figuras para emocionar. Es una obra que habla desde lo esencial, desde los materiales que nos sostienen, desde lo que muchas veces ignoramos por estar siempre ahí.

Es una invitación a mirar de cerca, a tocar con los ojos, a recordar que la identidad también se construye con ladrillos, con madera, con cal… y con mucho cariño.

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